El calamón común (Porphyrio porphyrio) es un ave muy peculiar: aunque es considerada un ave silvestre, es una gallinácea, por lo que se le llama “el gallo marino” y durante mucho tiempo se le tuvo de forma doméstica.
Por otro lado posee unas patas de un color rojo intenso que contrasta con el azul de sus plumas. Estas patas las utiliza para sujetar los palitos de los juncos de los humedales en los que vive y alimentarse de la médula de los brotes. En pistácidas (loros) es común verles manejar el alimento de esta manera, sin embargo en el caso de las gallinas es un caso único.
Además es un gran ejemplo de lo que la conservación puede llegar a conseguir: estuvo a punto de extinguirse a mediados del siglo pasado, sin embargo los esfuerzos por proteger los humedales, y a esta especie, han hecho que a día de hoy esté considerado según los criterios de la UICN fuera de peligro. Aún así, está incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, ya que sufre amenazas como la caza furtiva o conflictos derivados de la intromisión del calamón en cultivos de arroz de los que se alimenta.
En España se encuentra el 90% de la población europea, expandiéndose desde la cuenca del Guadalquivir hasta humedales por todo el país. Es una de las joyas del parque de Doñana, aunque podemos verlo en muchas zonas, como se muestra en el mapa (extraído de la web de SEO/BirdLife).
De hecho es posible encontrarlo incluso en humedales artificiales, y no tan lejos de las ciudades. El pasado fin de semana fui en su búsqueda para verlo y fotografiarlo y os sorprendería donde lo encontré: en el parque Olivar del Zaudín (en Tomares), se ha recreado un humedal en el que podéis encontrar fácilmente al calamón e incluso ha criado. Alli hice esta foto. Mientras no se acerque demasiado algún perro que vaya suelto o se haga demasiado ruido podréis verlos desde bastante cerca sin molestarles. A veces no hace falta ir tan lejos para encontrar joyas de la naturaleza 😉
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