Tradicionalmente, todas las jirafas eran consideradas pertenecientes a una única especie. Sin embargo, en 2007 un artículo publicado por BioMed Central, en el que participaban científicos de la UCLA, incluía un gran estudio genético de las jirafas que indicaba lo contrario.
La jirafa (Giraffa camelopardalis) se piensa se distribuía por todo el continente africano, sin embargo debido a condiciones meteorológicas y climáticas, las poblaciones empezaron a ir quedando aisladas, lo que hizo que la genética trabajara dando lugar a las subespecies conocidas, 6 linajes diferentes que podemos reconocer por los patrones de las manchas de su piel.
El estudio genético, basado en ADN mitocondrial, muestra no sólo 6 sino 11 linajes diferentes. Según la definición de especie, pertenecen a una misma los individuos que pueden reproducirse entre sí y generar descendencia fértil. En el caso de las jirafas, aunque hay algunas posibilidades de hibridaciones exitosas, existe tal diferencia genética que los autores afirman deberían considerarse especies diferentes.
Esto tendría una gran implicación en los programas de conservación tanto in situ como ex situ, en primer lugar porque no tendría ningún sentido tener jirafas de las distintas especies en las mismas instalaciones intentando que se reproduzcan para reintroducirlas. Por otro lado, la desaparición debido al tráfico ilegal y caza furtiva ha mermado algunas poblaciones determinadas, por lo que la supervivencia en esas regiones dependerá sólo de las jirafas de la población local, puesto que un refuerzo genético con translocaciones de otras partes de África no sería muy fructífero. Esto las hace aún más vulnerables.

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