Existen comportamientos, a los que solemos comúnmente denominar “instintos” que se transmiten como herencia en los genes. Estos genes luego se ven influenciado con las condiciones del medio que pueden afectar a cada rasgo del comportamiento. Otros comportamientos son aprendidos, ya sea por experiencia propia o por observación.
En algunos casos se puede comprobar el exacto carácter hereditario de algunos genes relacionados con el comportamiento. Uno de ellos es el caso de la conducta higiénica de las abejas, demostrado por W.C. Rothenbuhler. Los resultados de sus experimentos demuestran que el comportamiento relacionado con la limpieza depende de unos genes relacionados con la conducta de destapar las celdillas en las que hay larvas enfermas, y otro relacionado con la eliminación de las larvas. De no eliminarse estas se desarrolla una bacteria que provoca la muerte de las abejas. Sólo las abejas con determinados alelos en los genes limpian, el resto no desarrolla este comportamiento.
Otro ejemplo quizá más fácil lo podemos ver en los agapornis. Dentro del grupo de los agapornis encontramos diferentes especies. En concreto este experimento se desarrolla con A. personata fisheri (periquito de Fisher) y A. roseicollis (periquito de cara de melocotón). W.C. Dilger realizó un estudio del comportamiento de estas especies: el periquito de cara de melocotón transporta varias ramitas para construir su nido a la vez sujentándolas entre las plumas de su espalda (en este link podéis ver un ejemplo de esto en un vídeo que he buscado en YouTube al azar).. El periquito de Fisher sin embargo las transporta de una en una en su pico. Si se cruzan ambas especies y nace un híbrido, este híbrido tendrá un comportamiento intermedio: a la hora de transportar los materiales para construir su nido tenderá a ponerlos en su espalada y a la vez a llevarlos con el pico, y con mucha probabilidad no conseguirá llevar a cabo ninguno de los dos transportes por la confusión generada. Esto se debe a la herencia de ambos comportamientos que en este caso genera un comportamiento intermedio. Con el tiempo pueden perfeccionar la técnica que les permite llevarlos en el pico y construir así sus nidos.
Cuando tenemos en casa animales de los que desconocemos su comportamiento (podéis ver en redes sociales vídeos de agapornis titulados “mi agapornis poniéndose plumas”, cuando en realidad están preparando su nido), es necesarios informarnos, porque incluso un cambio en el comportamiento puede ser la alerta de que ese animal no se encuentra bien. Además, no podemos tener una mirada humana ni entenderlos desde el lenguaje humano, tenemos que entender con qué animal compartimos hogar y cuáles son sus necesidades. Quizás nos están pidiendo algunas ramitas u hojas para fabricar un nido, no unas plumas nuevas.
No todos los comportamientos sin embargo, como decíamos al comienzo, son heredados genéticamente, sino que el aprendizaje y la interacción con el medio puede modificarlos o generar nuevos, entrando así en juego la impronta, la sensibilización o habituación, de la que ya hablaré más extensamente en el próximo post.
Dejar un comentario