Aunque ya Darwin en el siglo XIX hizo observaciones en orangutanes que parecían reconocerse frente a un espejo, la prueba del espejo fue ideada por el psicólogo Gordon Gallup en los 70, y consiste en poner un espejo frente a un individuo de la especie que consideréis y comprobar si se autoreconoce siguiendo unas fases.
Esta prueba no la pasan muchas especies, incluso la nuestra, el ser humano, hasta los dos años no empieza a reconocerse en el espejo. Los animales que la superan son del grupo considerado “los más inteligentes” como orangutanes, chimpancés, elefantes, delfines, o las ya inteligentes descritas en algún otro post urracas. Si otro animal se acerca a un espejo, simplemente se acerca al ver a otro individuo o a comprobar qué es eso que aparece ahi.
Para comprobar que el animal realmente se está reconociendo, se les hace una marca con alguna pintura en una parte de su cuerpo, de forma que al mirarse en el espejo se acercan a ella para comprobar qué es y se tocan en la zona, demostrando que reconocen que lo que ven en el espejo son ellos mismos.
Incluso en 2015, gracias a un láser con el que fingían la marca, investigadores chinos consiguieron que los macacos pasaran esta prueba.
Todo parece indicar que la prueba del espejo es un claro test para demostrar que el animal se reconoce como individuo y por tanto son una especie con alto nivel de inteligencia. Hasta que llegó un pececillo.
En Osaka, unos investigadores vieron como un pez, un lábrido limpiador azul, al que habían denominado “número 1” podía hacer temblar esta prueba del espejo: tenía una mancha marrón en el vientre, y al vérsela reflejada en el fondo de la pecera, su comportamiento fue claramente dirigido a intentar eliminársela, posiblemente pensando que era un parásito. Es decir, había identificado que era él quien tenía la mancha.
Entonces hicieron las pruebas a varios peces, y pasaron las mismas fases que están establecidas y habían pasado especies como los chimpancés. Para que os hagáis una idea, este pez sólo tiene una cerebro de 0.1 gramos y superaban la prueba.
Es cierto que estos peces tienen una gran inteligencia social, y se dedican a la eliminación de parásitos de otros animales marinos mucho más grandes que ellos. Son esos que veis en los documentales que se acercan a los grandotes y se meten por la boca, branquias, etc y nadie les hace nada porque mientras ellos se alimentan, los grandotes se están librando de los parásitos.
Tienen una gran memoria para recordar a esos peces con los que tienen una relación de simbiosis, de ahí su gran inteligencia social. Esto explicaría por qué los lábridos limpiadores “se reconocen”: están diseñados para reconocer sujetos y manchas.
Dado que sabemos esto de esos pececillos, los investigadores Alex Jordan, biólogo evolutivo del Instituto Max Planck, y Kohda, de la Universidad de Osaka, no creen que estos peces sean autoconscientes, simplemente tienen esas habilidades especialmente desarrolladas, sin embargo creen que el test no es la prueba infalible de la conciencia del “yo” animal que se creía.
Bibliografía:
https://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.3000021
https://oceana.org/blog/certain-mental-tests-tiny-cleaner-wrasse-outperforms-chimps
https://www.pnas.org/content/114/12/3258
https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1111/j.1467-9280.2007.01944.x
Dejar un comentario