Hloy es viernes, y cuando publico algo un viernes por aqui es porque no lo he escrito yo, sino que es una colaboración con alguien que me parece que tiene algo interesante que contar. En este caso es Andrea Perales, es bióloga y me escribió por instagram porque no tenía muy claro como entrar en el mercado laboral para trabajar en conservación. A partir de ahi me estuvo contando sus experiencias, entre ellas un voluntariado que realizó con la marmota alpina, y que creo puede ser interesante y servir de ejemplo para animar a más gente a participar en este tipo de actividades.
A partir de aqui os dejo con sus palabras y tenéis al final fotos (suyas también) de todo lo que cuenta:
“Todo empezó en la Estación del Norte de Barcelona, donde nos encontramos los tres voluntarios catalanes con una de las responsables del proyecto proveniente del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). Allí cogimos un autobús en dirección a Lyon que duró unas nueve horas de camino. En el maletero del vehículo llevábamos nuestras grandes mochilas, unas jaulas trampa para el proyecto y muchas ganas de vivir una gran experiencia.
Después de cruzar la frontera y parar en tres estaciones, llegamos al destino. Ahí nos tuvimos que separar para pasar la noche en casa de dos amigos de la responsable del CREAF. Aun así, pudimos aprovechar para conocernos y hacer turismo por la ciudad. Esa misma noche se nos unió una cuarta voluntaria procedente de Cáceres.
A la mañana siguiente bien temprano nos encontramos con el resto del equipo, todos de diferentes países, en la Université Claude Bernard Lyon. En total éramos seis voluntarios, tres catalanes, dos franceses, otro español más, una chica de Brasil que trabaja con marmotas en Colorado, un colaborador francés y la responsable del proyecto, una investigadora también de origen francés. Cargamos los coches y nos dirigimos al lugar de trabajo, a unos 2.058 metros de altura, llamado Col du Lautaret, dónde se encuentra el Jardin Botanique Alpin du Lautaret, muy transitado por turistas y que contiene más de 2.100 plantas alpinas de alrededor del mundo. Allí se nos ubicó un poco en el lugar y vimos las instalaciones. Aun así nuestra casa para poder dormir se encontraba en una aldea a 20 km de allí llamada Le Cassette.
Los primeros días fueron los más duros porqué debíamos colocar todas las jaulas trampa en diferentes zonas del territorio. Todo el territorio lo denominamos AMÉRICA y cada familia de marmotas se identificaba con el nombre de un país de ese continente. Cada voluntario debía llevar tres o cuatro jaulas en la espalda con ayuda de unas correas y las colocábamos estratégicamente en las zonas dónde sabíamos que habían familias. El mecanismo de la jaula era muy sencillo: se colocaba en el suelo y se abrían las dos puertas de cada extremo. En medio había un pedal dónde colocábamos alimento para que cuando la marmota entrara y tocara el pedal, las puertas se cerraran.
Al tener las trampas tan esparcidas, debíamos hacer dos tours a la vez para observar si alguna marmota había sido capturada, uno en bicicleta eléctrica y el otro a pie. Usábamos binoculares y también walkie-talkie para comunicarnos entre nosotros. Si alguna había sido capturada, debíamos manipularla en campo. Los voluntarios siempre llevábamos encima una mochila y un maletín con todo el material necesario, además de unas hojas para registrar todos los datos en momento de la captura. Entre los datos que recogíamos se encontraban la hora de la captura, familia, peso, edad, sexo, longitud de la tibia, marca de identificación, y si habíamos cogido muestras de sangre, pelo y heces. Para identificar el sexo, les colocábamos un pendiente (izquierdo = macho; derecho = hembra) y si la marmota era un dominante de la familia, les poníamos otro pendiente en la otra oreja y apuntábamos el número y color del pendiente. Para identificar el individuo, las marcábamos en la espalda con un dibujo hecho con tinte especial para animales. Al acabar de manipular el animal, las liberábamos.
Las muestras se llevaban rápidamente al laboratorio para ponerlas en la nevera o congelador aunque nosotros siempre llevábamos una nevera con hielo en las salidas de campo. En el laboratorio nos encargábamos de separar la sangre en plasma y glóbulos rojos para posteriormente, analizar la hematología.
A parte de la manipulación de marmotas y recopilación del mayor número de datos posible, también fabricamos utensilios necesarios para la investigación como por ejemplo, paneles solares que permitieran alimentar de energía las cámaras trampa que poníamos para observar a las marmotas. Además, tuvimos que hacer pruebas con las cámaras trampa para comprobar cuál era la mejor distancia para ponerlas.
Otra de nuestras actividades fue hacer observación del comportamiento animal y conocer la cantidad de miembros que tenía cada familia. Así podíamos diseñar una tabla con el nombre de la familia, los miembros de ésta e indicar si ya los habíamos capturado todos. La observación la hacíamos frecuentemente y durante una mañana entera. Para eso debíamos levantarnos muy temprano y colocarnos en un lugar estratégico y con una buena vista para observar con los binoculares o el telescopio.
En julio empezó la época de cría y empezamos a capturar a los pequeños. A éstos los debíamos llevar al laboratorio para poderlos anestesiar y hacerles la manipulación. El procedimiento era el mismo que con los adultos. Al finalizar, los colocábamos en unas cajas con heno y a oscuras para que pudieran despertar cómodamente y luego, poderlos devolver a sus madrigueras correspondientes.”
Además tuvimos la suerte de encontrar unas crías que aún eran lactantes y pudimos cuidarlas durante un tiempo hasta llevarlas a un refugio adecuado.
El mismo procedimiento se hizo en otro territorio más elevado llamado Col du Galibier a 2.642 metros de altura. Éste lo denominamos ÁFRICA.
Equipamiento montado en Col du Galibier
Dejar un comentario