Estamos acostumbrados a relacionar el término “depredador” con “carnívoro”, pero en este post me referiré a depredador desde su definición ecológica, como un ser vivo que se alimenta de otro vivo o muerto o de una parte de él. Desde este punto de vista el león es depredador de la cebra, y la cebra sería depredadora de la hierba. Solo los organismos fotosintéticos (plantas y algas) no serían nunca depredadores, el resto puede ser depredador o depredador y presa según el punto de vista o la situación en la que lo analicemos.
Una vez tenemos esta idea clara, podemos empezar a ver cómo funcionan o qué relación hay entre la población de un depredador y la población de su presa. Según el modelo de Lotka Volterra, se puede observar que a lo largo del tiempo las poblaciones de ambos no se mantienen constantes, sino que por el contrario oscilan e interactúan entre ellas.
Un claro ejemplo para ver estos cambios, es decir, para estudiar la dinámica de poblaciones es el lince y las libres. Gracias a la información que se obtiene de las pieles que los cazadores de Norteamérica obtenían desde hace casi 200 años se puede construir la siguiente tabla:
Si nos fijamos en la gráfica, a lo largo de los años existen ciclos poblacionales en los que estas aumentan o disminuyen, tanto en el caso del lince como en el de la liebre. Aproximadamente cada 10 años se repiten estos ciclos, sin embargo, si seguimos observando comprobamos que el ciclo del lince lleva un retardo de un par de años respecto al de la liebre.
¿Cómo se explica esto? Pues según el modelo de Lotka Volterra ya mencionado, cuando la población de presas aumenta, los linces pueden comenzar a alimentarse y cazar con más facilidad, por lo que su población también aumenta. Este es el retardo que se observa: primero crece la población de las presas, y luego con este aumento crece las de los depredadores.
¿Cuándo comienzan entonces a disminuir? Cuando la población de depredadores crece, su sobrepoblación comienza a acabar con las presas consiguiendo que la población de esta disminuya por la gran cantidad de presas necesarias para satisfacer las necesidades de la población depredadora. Esto provoca por tanto una bajada en la población de liebres, que supone entonces una falta de alimento para los linces y la población de depredadores entonces comienza a bajar.
Por supuesto, las dinámicas de poblaciones no son tan simples como esto, intervienen numerosos factores, pensemos en la definición inicial de depredador, en este ejemplo la liebre sería depredadora de la hierba, por lo que la cantidad de hierba disponible por ejemplo sería un factor a tener en cuenta. Este modelo aporta una aproximación matemática, pero la realidad en la naturaleza no es tan simple.
Los sistemas ecológicos tienden a un equilibrio mientras no aparezca ningún factor externo, natural o antropológico. Sin embargo, a día de hoy existen numerosos factores de origen humano que no paran de romper estos equilibrios, desde la creación de carreteras que fragmentan un hábitat e impide acceso a determinados recursos, el desarrollo urbanístico o la utilización de grandes áreas para cultivos que permitan sostener el tipo de ganadería actual. Todo esto afecta a las poblaciones de depredadores o de presas. Si las cebras pierden hábitat y recursos, lo harán los leones y la hienas. Si esto ocurre buscaran alimento en el ganado, y comienzan los conflictos con las poblaciones humanas.
Por todo esto hay que entender cualquier gestión del medio natural como un todo que afecta no sólo a la especie que estemos tratando de conservar o controlar, sino a todo el conjunto, incluyendo al ser humano.